Dracula, de Bram Stoker. La lectura de esta semana



Cubierta de una edición en inglés
Desde que Murnau recreara al conde vampiro en el cine en 1922, pocos personajes de ficción han sido llevados tantas veces al celuloide. En ocasiones con acierto, como en la película de Coppola (1992) o la versión de Tod Browing (1931), en otras muchas ocasiones con auténtico despropósito, abundan los ejemplos: Blackula (1972), Brácula (1997), Drácula 73 (1972)...

El resultado ha sido un tópico desdibujado, un cliché que nos hace reír con una capa pasada de moda y unos dientes de PVC, un irracional miedo a las cruces y al agua bendita, una muerte dolorosa infringida con una estaca de madera, y unos irresistibles poderes sobrenaturales sacados del espectáculo de un mentalista.

El día que me leí la novela original de Bram Stoker estaba condicionado por esos clichés, pensé que me iba a reír, o simplemente decepcionar con las desventuras de un ser de cómic desfasado. Afortunadamente estaba equivocado, de hecho ¡pasé miedo! ¡Pocas veces he podido decir esto de un libro!

Si te atreves... en Jábega está
El conde vampiro que encontramos en este libro es un ser malvado, carece de escrúpulos y sus poderes sobrenaturales, de un origen incierto pero diabólico, se usan sin piedad para destruir y hacer daño, lejos de cualquier visión romántica inculcada por el cine. Nos encontramos con una novela gótica, muy bien construida, con un estilo narrativo epistolar extraordinariamente novedoso, pues se van mezclando cartas y notas redactadas a mano, máquina de escribir, o encriptadas en código taquigráfico. Vemos un mundo que está desapareciendo, el victoriano, a manos de un nuevo mundo dominado por la tecnología y la producción industrial, quizás una metáfora de la vieja visión romántica del mundo asesinada por el materialismo frío e impersonal.

Son muchas las lecturas que se pueden hacer de esta novela, pero os invito a que vosotros hagáis la vuestra propia, que os dejéis envolver por el frío en las noches de los Cárpatos, por la agobiante oscuridad londinense, por el silencio de un castillo poseído por el mal. Os invito a que seáis huéspedes del viejo conde Drácula y que paséis a su morada libremente y por vuestra propia voluntad...

En la Biblioteca ya lo hemos invitado, y ha aceptado nuestra hospitalidad. Allí te espera.

Pablo Martínez Galán, Biblioteca de Turismo

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