PROFESORES Y POETAS (VI): UNA HISTORIA DE AMOR (Amantes pensamientos, de Antonio A. Gómez Yebra)

Antonio A. Gómez Yebra, catedrático de Literatura Española en la Facultad de Filosofía y Letras de la UMA, es un reconocido autor de literatura infantil y juvenil (además de especialista en la materia), género al que ha dedicado más de ochenta títulos a lo largo de casi cuarenta años de ejercicio literario. Pero Gómez Yebra tiene otra faceta menos conocida, la de poeta “para adultos”, una labor que cuenta ya con una docena de poemarios.

Y es que en el escritor conviven dos autores, el poeta ingenioso y divertido, dedicado al público más joven (vertiente a la que también pertenecen los llamados escorzos, poemas lúdicos muy cercanos a las greguerías de Gómez de la Serna) y, de otro lado, el autor de una clásica (y sentida) poesía amorosa, cuyos títulos fundamentales son hasta el momento Carmen, Carminis (1991) y Amantes pensamientos (2009). 

Amantes pensamientos, su poemario más reciente, reúne un conjunto de setenta y cinco sonetos (la estrofa preferida por el poeta) dividido en tres partes de veinticinco sonetos cada una. Breves citas de Eternidades, de Juan Ramón Jiménez, abren y dan título a cada sección: “Ante mí estás”, “Pensando en ti” y “Amantes pensamientos”.

Los conocidos sintagmas “poesía amorosa” y “poesía del tú” podrían sintetizar perfectamente el contenido del libro y su intención, pero hay más. A través de los setenta y cinco sonetos se nos cuenta la completa historia de amor surgida entre el “yo poético” y ese “tú” al que se dirige. Una “narración” que cuenta con su principio, su intermedio reflexivo y su consumación. Y cada una de estas fases de la realización amorosa tiene su correspondencia con las tres partes en que se divide el texto.

“Ante mí estás”, primera sección de veinticinco sonetos, se inicia con la constatación de la locura amorosa sobrevenida, aunque no falta ese “enfrentarse al mundo” que caracteriza el enamoramiento romántico: “Estamos locos, ambos lo sabemos, / y a nuestro alrededor ya se comenta / aunque por constatarlo no haya prisa. //  Tanta locura ya la pagaremos / pues de nosotros llevan bien la cuenta / mientras nos van cortando una camisa”. La primera fase del amor la idealización del otro, el darse entero y sin freno culmina con la rendición del enamorado (soneto XX): “Eres mi pan, mi sal, eres mi aliento, / eres la musa de mis nuevos días, / serás la reina de mis noches buenas.” Ya solo queda sellar el compromiso, y el soneto XXV (último de esta primera serie) “ocurre” justo antes de la boda, “Hoy digo “sí”: la vida es compañía; / quiero vivir contigo hasta el ocaso; / diciendo “sí” a ti yo me acompaso; / te he concedido toda primacía”. 

La segunda parte, “Pensando en ti”, funciona como intermezzo operístico. Los veinticinco sonetos están dedicados en su mayor parte a personajes femeninos de la mitología clásica y sirven como excusa para que el “yo poético” pueda distanciarse y hablarnos de su pasión amorosa a través de historias interpuestas, las ocurridas a cada una de las protagonistas. Especialmente interesante resulta el soneto III, dedicado a Leda y escrito en sonoros versos alejandrinos, porque puede leerse como una manera de rendir homenaje a Rubén Darío y a su conocido poema. También resulta muy sugestivo el dedicado a Calírroe por ser una historia de pasiones encontradas apenas conocida y porque aporta ese halo de desmesura romántica que tan bien conviene a toda historia de amor (Calírroe se suicida para salvar a Coreso, sacerdote de Dionisos, a quien antes había despreciado y que estaba dispuesto a morir por su amor). Pero el soneto más directo y natural, por lo que tiene de contemporáneo, es el XXII: “Esta noche contigo cenar quiero / en un cruce cualquiera de caminos; / ve escogiendo las carnes y los vinos, / llevaré la pimienta y el romero.” Los tres últimos poemas están dedicados a tres personajes de la literatura universal, símbolos eternos de la “amada”: Melibea, Dulcinea y Julieta (como prueba de admiración el destinado a Dulcinea recrea las rimas de un soneto cervantino, juego poético que gusta mucho a Gómez Yebra).

La tercera parte, “Amantes pensamientos”, comienza donde acababa la primera, el día de la boda: “Hoy es sábado, agosto, son las seis; / cuando dices “por siempre seré tuya”, te respondo: “también mi dueña eres”. A partir de ahora el “yo poético” irá cantando y contando la paulatina consolidación del amor y las delicias de la vida en común: “Incorporada al eje de mi escena / recorreré tu amada geografía / e iré contigo hasta el confín del mundo”, con una especial atención al encuentro amoroso: “Soy corsario y espero tu descuido / por lanzarme, sin más al abordaje; / soy corsario, y mi meta es el pillaje, / tu bodega es mi cielo prometido.”

En fin, un poemario claro y diáfano que, escrito en gratos y musicales sonetos (de cadencia muy natural), sigue la estela de aquella vuelta a la métrica clásica propiciada por la llamada “generación del 36”, a la que precisamente pertenece otro excelente cantor del amor conyugal, José Antonio Muñoz Rojas.

Antonio Aguilar. Catedrático de Lengua Castellana y Literatura, Doctor en Filología Hispánica y Profesor Colaborador Honorario de la Universidad de Málaga. Dramaturgo y poeta... A Gómez Yebra lo lees desde la infancia y ya de mayores, en poemas como los que puedes encontrar en Amantes pensamientos.

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